domingo, 3 de diciembre de 2023

SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN

San Juan Diego

 Juan Diego nació en 1474 en el "calpulli" de Tlayacac en Cuauhtitlán, a 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán, en México. Cuando nació recibió el nombre de Cuauhtlatoatzin, que quiere decir "el que habla como águila" o "águila que habla".

Juan Diego perteneció a la más numerosa y baja clase del imperio azteca; según el Nican Mopohua, era un "macehualli" o "pobre indio", es decir, uno que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales del Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, etc., ni tampoco formaba parte de la clase de los esclavos.

Hablándole a Nuestra Señora él se describe como "un hombrecillo" o un don nadie, y atribuye a esto su falta de credibilidad ante el Obispo.

Se dedicó a trabajar la tierra y fabricar matas las que luego vendía. Poseía un terreno en el que construyó una pequeña vivienda. Más adelante, contrajo matrimonio con una nativa sin llegar a tener hijos.

Juan Diego, antes de su conversión, era un hombre muy devoto y religioso. Esto lo ayudó a  estar mejor preparado para que, entre los años 1524 y 1525, realice una opción total por el Señor Jesús, bautizándose junto a su esposa; él recibió el nombre de Juan Diego y ella el de María Lucia. Fueron bautizados por el misionero franciscano Fray Toribio de Benavente, llamado por los indios "Motolinia" o "el pobre", por su extrema gentileza y piedad y las ropas raídas que vestía. 

San Juan Diego era muy reservado y de un místico carácter. Le gustaba el silencio y realizaba frecuentes penitencias. Solía caminar desde su poblado hasta Tenochtitlán, a 20 kilómetros de distancia, para recibir instrucción religiosa. Tras la muerte de su esposa en 1529, se fue a vivir con su tío Juan Bernardino en Tolpetlac, a sólo 14 kilómetros de la iglesia de Tlatilolco, Tenochtitlán.

El caminaba cada sábado y domingo a la iglesia, partiendo a la mañana muy temprano, antes que amaneciera, para llegar a tiempo a la Santa Misa y a las clases de instrucción religiosa. Caminaba descalzo. En esas frías madrugadas usaba para protegerse del frío una manta, tilma o ayate, tejida con fibras del maguey, un cactus típico de la región. 

El sábado 9 de diciembre de 1531, muy de mañana, durante una de sus caminatas camino a Tenochtitlán, donde se dirigía a la Misa y al catecismo, cuando llegó a las faldas del cerro llamado Tepeyac, de repente escuchó cantos preciosos, armoniosos y dulces que venían de lo alto del cerro. Le pareció que eran coros de distintas aves que se respondían unos a otros en un concierto de extraordinaria belleza. Observó una nube blanca y resplandeciente, y se distinguía un arco iris de diversos colores.

Juan Diego quedó absorto por el asombro. De pronto, cesó el canto, y oyó que una voz como de mujer, dulce y delicada, le llamada, de arriba del cerrillo. Le decía por su nombre, de manera muy cariñosa: "Juanito, Juan Dieguito". Sin ninguna turbación, decidió ir a donde lo llamaban, alegre y contento comenzó a subir el cerrillo y se encontró en la cumbre con una bellísima Doncella que allí lo aguardaba de pie y lo llamó para que se acercara.

Ante Ella, Juan Diego se postró, y escuchó la voz de la dulce y afable Señora del Cielo, en idioma mexicano, le dijo: "Escucha, hijo mío el menor, Juanito. ¿A dónde te diriges?" . Y él le contestó: "Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor, nuestros Sacerdotes".

La Virgen le dijo: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo". 

No le creyeron, y de regreso explicó a la Virgen lo ocurrido. Nuestra Señora le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el Obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el Obispo, le dijo que debía decirle a la Señora que le diese alguna señal. De regreso, Juan Diego narró a María los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo.

La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro. Juan Diego le explicó lo que ocurría. La Virgen le dijo que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Juan Diego desplegó su manta ante Monseñor Zumarraga, y cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Juan Diego vivió el resto de sus días custodiando la imagen de la Virgen impresa en la tilma y dedicado a la oración. Murió en la ciudad de México en 1548, a la edad de 74 años.

Fue beatificado el 6 de mayo de 1990 en la Basílica de Guadalupe por san Juan Pablo II, en su viaje a México, y canonizado el año 2002 por el mismo Papa.

Hoy sábado, 9 de diciembre se celebra su festividad. Es sábado, como el día que Juan Diego se encontró con la Virgen por primera vez.

Recordemos las palabras tan dulces que le dirigió: "¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre?". Vivamos como hijos de tan buena Madre y confiemos siempre en su Amor incondicional por cada uno de nosotros.

Virgen de Guadalupe


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