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San Damián de Molokai |
El lunes, 15 de abril, la Iglesia universal celebra a san Damián de Veuster, más conocido como "El héroe de los leprosos", o san Damián de Molokai. Damián, etimológicamente, significa: "Aquel que doma su cuerpo", y es un nombre de origen griego
Su nombre era Jozef de Veuster. Nació en Tremelo, en Bélgica, el 3 de enero de 1840, hijo de un matrimonio de granjeros. De pequeño, ya gozaba haciendo como obras manuales, casitas como la de los misioneros en las selvas. Tenía un deseo interior de ir un día a lejanas tierras a misionar.
De joven fue arrollado por una carroza, y se levantó sin ninguna herida. El médico que lo revisó exclamó: "Este muchacho tiene energías para emprender trabajos muy grandes". Un día, siendo apenas de ocho años, dispuso irse con su hermanita a vivir como ermitaños en un bosque solitario, a dedicarse a la oración. El susto de la familia fue grande cuando notó su desaparición. Afortunadamente, unos campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a casa. La mamá se preguntaba: "¿Qué será lo que a este niño le espera en el futuro?".
De joven tuvo que trabajar muy duro en el campo para ayudar a sus padres que eran muy pobres. Esto le dio una gran fortaleza y lo hizo práctico en muchos trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de tierras, lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde iba a misionar.
A los 18 años lo enviaron a Bruselas, la capital, a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos campesinos que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.
A los 20 años escribió a sus padres pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la comunidad de los sagrados Corazones. Muchas veces se arrodillaba ante la imagen de san Francisco Javier y le decía al santo: "Por favor, alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero, como tú". Su hermano Augusto, le precedió en el noviciado y tomó el nombre de Pánfilo. Jozef comenzó su noviciado en Lovaina con el nombre de Damián el 2 de febrero de 1859. En el año 1863, su hermano Augusto, que había sido destinado a la misión en las islas Hawai, fue afectado por el tifus, lo que le impidió viajar. Damián obtuvo el permiso del superior general de París para reemplazarlo.
En noviembre de 1863, Damián partió desde Bremen, en Alemania, en el buque R.M. Wood con destino al archipiélago de Hawái, en el océano Pacífico. Se hizo muy amigo del capitán del barco, el cual le dijo: "Yo nunca me confieso, soy mal católico, pero le digo que con usted si me confesaría". Damián le respondió: "Todavía no soy sacerdote, pero espero un día, cuando ya sea sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados". Años más tarde, esto se cumplirá de manera formidable.
El 19 de marzo de 1864 llegó al puerto de Honolulu, en el interior de la ciudad de Honolulu, como misionero. Allí, Damián fue ordenado sacerdote el 24 de marzo de 1864 en la catedral basílica de Nuestra Señora de la Paz.
Los nativos hawaianos se vieron afectados por enfermedades que introdujeron los comerciantes estadounidenses y europeos, y los inmigrantes chinos que iban a trabajar en las plantaciones. Miles murieron por enfermedades que nunca antes habían afectado a los nativos de las islas. Esto incluyó la plaga de la lepra. Temeroso de que se esparciera la plaga, el rey Kamehameha IV segregó a los leprosos del reino, trasladándolos a una colonia establecida para ellos en el norte, en la isla de Molokai. Se les proveyó con suministros y comida, pero no tenían todavía los medios apropiados para ayudarles médicamente.
En el año 1865 el Padre Damián fue asignado a la misión católica en el norte de Kohala, en las mismas islas de Hawái. Monseñor Louis Maigret, vicario apostólico, creía que los leprosos necesitaban por lo menos un sacerdote que pudiera cubrir sus necesidades religiosas y asistirlos con los sacramentos, pero él sabía que tal asignación podía ser una sentencia de muerte. Después de pensarlo durante un tiempo, el Padre Damián solicitó a monseñor Louis el permiso para ir a Molokai.
A comienzos de 1866 fueron embarcadas las primeras víctimas de la lepra a Kalaupapa, donde residieron durante siete años antes de la llegada del Padre Damián, el 10 de mayo de 1873. El obispo Louis Maigret presentó a Damián a los colonos diciéndoles: "Es uno que será un padre para ustedes, y que los ama de tal manera que no tiene vacilaciones en volverse uno de ustedes, vivir y morir con ustedes".
El lugar estaba rodeado de montañas. Había seiscientos leprosos viviendo en Kalaupapa. La primera misión que se impuso el Padre Damián fue construir una iglesia y establecer una parroquia consagrada a santa Filomena. Bajo el liderazgo de Damián se volvieron a pintar las casas, se trabajó en las granjas, y algunas de ellas se convirtieron en colegios, se construyó también una enfermería. El padre Damián solía repetir: "Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo". Él era consciente de las implicaciones siempre posibles de ser sacerdote: se acepta la vocación para ser como Cristo, y no se aspira a nada menos. El santo llegaría a decir: "Hasta este momento me siento feliz y contento, y si me dieran escoger la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: "Me quedo para toda la vida con mis leprosos"".
Como la gente creía que la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián salir de la isla y tratar con los que pasaban por allí en los barcos. El sacerdote llevaba años sin poder confesarse. Un día, al acercarse un barco que llevaba provisiones para los leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi pegado al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara. Y a grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y recibió la absolución de sus faltas.
El rey David Kalakaua de Hawai invistió a Damián con el honor de Caballero Comandante de la Real Orden de Kalakaua I. Cuando su hermana y heredera, la princesa Lydia Lili'uokalani, visitó el establecimiento para entregar la condecoración, las crónicas reflejan que se conmovió de tal manera, y sintió como si se le rompiera el corazón, que le resultó imposible leer su discurso.
La princesa compartió esta experiencia aclamando los esfuerzos del Padre Damián. Su trabajo fue conocido en Estados Unidos y Europa. Los protestantes americanos y la iglesia de Inglaterra enviaron comida, medicina, ropas y suministros. Se cree que el Padre Damián nunca se colgó la medalla que le otorgaron, aunque fue puesta a su derecha en el lecho de muerte.
En diciembre de 1884, mientras preparaba su baño, Damián observó que se había causado serias heridas en la piel al introducir sus pies en agua hirviendo, pero había sido incapaz de sentir el calor; de esta manera, se dio cuenta que se había contagiado la lepra. El santo se arrodilló ante un crucifijo y exclamó: "Señor, por amor a Ti y por la salvación de estos hijos tuyos, acepté esta terrible realidad. La enfermedad me irá carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el pensar que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra, estaré más cerca de Ti para el cielo".
A pesar de estar enfermo, los residentes señalaron que trabajó incansablemente construyendo casas y planificó la continuación del programa que había creado para cuando él se hubiera ido. Grande fue su consuelo poco antes de morir, cuando vio llegar al nuevo sacerdote, el Padre Wendelin, acompañado de un grupo de religiosas franciscanas, para hacerse cargo de la enfermería. Su muerte le llegó el 15 de abril de 1889, a los 49 años de edad.
Cuando se produjo la incorporación de Hawäi a la Unión Americana en 1959, los hawaianos decidieron que sea una estatua del misionero la que los represente en el Capitolio de Estados Unidos, como símbolo máximo de su historia.
Sus restos mortales fueron trasladados en 1936 a Bélgica, y reposan en la iglesia de la congregación en Lovaina.
El 11 de octubre de 2009, el papa Benedicto XVI canonizó a este gran santo que tanto amó y se entregó por los enfermos. Dijo el santo Padre en este día:
"... Siguiendo a san Pablo, san Damián nos impulsa a elegir las buenas batallas (cf 1 Tim 1, 18). No aquellas que llevan a la división, sino las que unen. Nos invita a abrir los ojos sobre las lepras que, aún hoy, desfiguran la humanidad de nuestros hermanos y que apelan más que a nuestra generosidad, a la caridad de nuestra presencia de servicio...".
Aprendamos de este gran misionero, el padre Damián, el gran amor que le impulsó a dar la vida por los hermanos dolientes, los más despreciados y marginados, hasta hacerse uno de ellos. Se contagió de la lepra. No tengamos miedo de acercarnos a tantos pobres que sufren, muchos venidos de lejos. Seamos consuelo y bálsamo para ellos, compartamos sus penas y gozos. Recordemos y tengamos siempre gravadas en nuestra mente y en nuestro corazón las palabras de Jesús: "Todo aquello que hicisteis a uno de estos, a Mí me lo hicisteis". (Mateo 25, 40).
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Molokai, la isla de los leprosos. |