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Beata María Restituta Kafka |
Hoy sábado, 30 de marzo, es el aniversario de la muerte de la beata María Restituta Kafka.
María Restituta Helena Kafka nació el 1 de mayo de 1894 en Husovice, cerca de Brün, en Moravia, en la actual república checa. Era hija de Antonio Kafka y María Stehlik. Su padre trabajaba de zapatero, y en el año 1896 se trasladaron a Viena, en Austria, junto con sus seis hermanos.
María, ya desde niña, trabajaba como doméstica y como vendedora ambulante de tabacos. Hacia los 15 años decidió hacerse religiosa. Superada la oposición inicial de sus padres, en 1914 fue recibida entre las Hermanas Franciscanas de la Caridad Cristiana, en Viena.
Primeramente trabajó en los hospitales Neunkirchen y Lainz. En 1919 fue trasladada al hospital de Mölding, donde se debió desempeñar como enfermera en la sala de cirugía; por su gran habilidad se ganó el aprecio de los médicos, hasta llegar a ser una especie de instructora para los recién llegados.
Se prodigaba incansablemente en el servicio a los enfermos y a sus cohermanas. A veces algunas personas no congeniaban con ella por sus actitudes firmes y resueltas.
Al entrar al gobierno el nacionalsocialismo también allí comenzó la persecución contra la Iglesia. Sor María Restituta defendió con firmeza los derechos de los enfermos y de los pobres y la libertad religiosa de los enfermos, negándose a aceptar las restricciones injustas que se trataban de imponer.
Personalmente colocó Crucifijos en los diferentes lugares del hospital, contra expresas prohibciones de las autoridades. A lo largo de su vida cultivó una especial devoción a la Santísima Virgen de los Dolores.
Acusada injustamente, fue detenida por la Gestapo el 18 de febrero de 1942, bajo el pretexto de haber escrito poemas satíricos en contra de Adolf Hitler. En la cárcel debió padecer hambre y condiciones higiénicas infrahumanas durante trece meses.
María Restituta escribió desde la cárcel: "No importa cuán alejados estemos de todo, no importa si nos lo han quitado todo. La fe que se porta en el corazón nadie la puede quitar. Así se construye un altar en el propio corazón".
Una compañera suya en la prisión dijo: "Era una santa porque en aquella situación alentaba a todos, transmitía fuerza, un espíritu positivo y confianza".
Condenada finalmente a la pena capital, se preparó devotamente. Emitió en voz alta su profesión religiosa y recibió la sagrada comunión, repitiendo: "He vivido para Cristo y por Cristo ansío morir". Fue decapitada el 30 de marzo de 1943 en la prisión de Viena.
El 21 de junio de 1998 fue beatificada por san Juan Pablo II, quien dijo de ella en la Misa de su beatificación:
"... Quería servir al Señor especialmente en los pobres y los enfermos. Ingresó en la congregación de las religiosas Franciscanas de la Caridad Cristiana para seguir su vocación en el servicio diario del hospital, a menudo duro y monótono. Auténtica enfermera, en Mödling se convirtió pronto en una institución. Su competencia como enfermera, su eficacia y su cordialidad hicieron que muchos la llamaran sor Resoluta y no sor Restituta.
Por su valor y su entereza no quiso callar ni siquiera frente al régimen nacionalsocialista. Desafiando las prohibiciones de la autoridad política, sor Restituta colgó crucifijos en todas las habitaciones del hospital. El miércoles de Ceniza de 1942 fue detenida por la Gestapo. En la cárcel comenzó para ella un calvario, que duró más de un año y que concluyó en el patíbulo. (...). Conservó en su corazón el Crucifijo, dando un nuevo testimonio de él poco antes de ser llevada a la ejecución capital, cuando pidió al capellán de la cárcel que le hiciera "el signo de la cruz sobre la frente".
Muchas cosas nos pueden quitar a los cristianos. Pero la Cruz como signo de salvación no nos la dejaremos arrebatar. No permitiremos que sea desterrada de la vida pública. Escucharemos la voz de la conciencia, que dice: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5, 29)."
En estos tiempos de secularización creciente, esta gran mujer nos puede servir de ejemplo. No escondamos nuestra fe, nuestro amor a Jesús y a María. Seamos coherentes. No busquemos congeniar con el mundo, disimulando nuestras creencias. Dios nos lo ha dado Todo. A Él sólo debemos obedecer y rendir culto.